Lo había visto una noche en la tele, pero hay cosas a las que nunca te haces aunque las veas mil veces. La dureza de la realidad es indigerible. Y no fue casi nada lo que vi, comparado con lo que hay por el mundo. Una verdadera nimiedad.
La otra semana, al pasar a última hora de la tarde vi como había unas personas esperando a la puerta del supermercado, pero lo curioso es que estaba cerrado, con la persiana a medio bajar. Cuando di la vuelta, a los pocos minutos, comprendí que a lo que esperaban estas personas era a que los empleados del supermercado sacaran la basura.
Sin embargo lo más sorprendente de todo era que esas personas no eran mendigos, o quizá alguno sí, pero no mayoritariamente. Eran más bien gente mayor a la caza del yogourt caducado o el pan del día que nadie quiso.
Sé que no es nada del otro mundo, nada que uno no pueda imaginarse que ocurre, pero no pude evitar sentir lo dura que es la vida para muchas personas teniendo que restolar en la basura. Pero verlos esperando y haciendo cola educadamente es algo que sólo vi en Madrid. Mal que me pese.
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