lunes, 29 de septiembre de 2008

Esto no es un blog de fútbol


Lo de título de hoy lo tengo clarísimo. El único propósito de este blog es hablar de lo que a mi me salga de entre Candás y Luanco, pero hay cosas que aunque uno quiera evitar, no puede. Y después de los últimos varapalos que me ha dado mi Sporting, no me queda más remedio que echarme a llorar aquí, aunque no es mi intención.
He tardado casi una semana en asomar la jeta; y ha sido intencionadamente. Lo vivido el pasado miércoles en el Santiago Bernabéu da para esconder la cabeza bajo el ala más de una semana.
Hay cosas que me se escapan del entendimiento, que diría el Luisma. Lo que uno es capaz de sentir en 90 minutos es, la mayor parte de las veces, irracional. Lo suficientemente irracional como para que uno se asuste de sí mismo y se tenga que sentar a reflexionar 5 días más tarde sobre lo que pasó mientras veía un simple partido de fútbol.
Primero euforia desatada previa al partido. Luego unas buenas dosis de nerviosismo justo antes de entrar al campo. Y no es para menos, porque iba a entrar a uno de los más históricos campos del deporte rey del mundo.
Poco a poco mis creencias sobre una machada del equipín se diluyeron como un azucarillo y comenzó la debacle. Mientras los que se sentaban a mi lado se levantaban hasta 7 veces pasé un verdadero calvario mental. Recuerdo como al quinto gol me entró un ataque de risa. Sí, un ataque de risa de esos de malos de peli chunga que quieren dominar el mundo y no sabía porqué. No era capaz de dominar mis impulsos ni poner control sobre lo que estaba sintiendo. Luego tuve que gastar mi impotencia emprendiéndola a patadas contra la barandilla que estaba ante mí, para lo cual tuve que hacer un verdadero escorzo al nivel acrobático del Circo del Sol.
Pero lo peor estaba por llegar. Y juro que no miento si os digo que lo siguente fueron ganas de matar. Pero no lo digo de coña: fueron esas verdaderas ganas de matar al que tienes a tu lado (a ti no, Diego, al del otro lado). Fue esa sensación de odio que te podría amparar ante cualquier homicidio, y estamos hablando de lanzar a un fulano desde el cuarto anfiteatro de un estadio. Auténticas ganas de esas que deben sentir los que matan a sus mujeres. Y también ganas de querer desaparecer de allí con sólo un chasquido de dedos.

Así que hoy, con tierra de por medio, días suficientes y sin cervezas en vena os lo cuento asustado. Verdaderamente asustado.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Por lo menos el Oviedo podrá decir que nunca se llevó 7 goles contra el Real Madrid.