martes, 19 de agosto de 2008

Bañada en...


Me reprocha Dani que mis comentarios se le hacen largos e insoportables, así que hoy seré breve, porque no son horas.

Desde que vivo en Madrid me he visto obligado a responder frecuentemente a la pregunta de si echo de menos algo de Gijón o si "me encuentro" en la capital del reino. Generalmente respondo que no me falta de nada. Gijón y Madrid son estados diferentes. Caras opuestas de la moneda. Ni mejores ni peores, sólo distintas.
En Madrid tengo un trabajo, muchos amigos, nuevos o de toda la vida, incluso recuperados tras años de separación, ocio y, sobre todo, cosas diferentes que hacer.

Pero esta mañana, Xixón me tenía una sorpresa preparada. Algo a lo que Madrid nunca podrá llegar por cuestiones físicas elementales a pesar de tener a la mayor generación de intelectuales de todos los ámbitos imaginables. Madrid nunca será una ciudad viva, nunca tendrá un corazón latiente ni a las entrañas de la naturaleza removiéndose bajo sus pies. Y todo porque güei, en Xixón, taba la mar revuelto y golía a salitre.

Cada puñetera vez q abro el portal de mi casa madrileña no huele a nada. Todo lo más a alcantarilla o polución, según haya llovido o no. Pero cada vez que abro la puerta de mi casa de Xixón huele a cosas diferentes, según como esté la mar o el parque o el nordeste o el orbayu o la lluvia, incluso la xente.

Echar de menos es un sentimiento, un estado de ánimo. Y si tu ciudad hoy huele a salitre será porque está viva y tú debes estarlo también. Y a esas sorpresas de cada mañana uno no se desacostumbra nunca. Nunca.

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