Yo me había prometido no rajar desmedidamente en este blog y no voy a hacerlo. Al menos lo intentaré.
Ya sé que nadie me manda ser del Sporting, que podría escoger otro equipo, otro deporte o incluso otra afición. Pero hay cosas de las que no es fácil huir. Sirva de ejemplo el guaje que se sienta dos files delante mío, de unos 6 años, al que su padre ha llevado al fútbol desde que camina. Esi ya no cambiará de equipu, aunque se aficione a les caniques.
Pues resulta que el mi equipín lleva 10 años dando pol culo en segunda división. Pasamos años que más que deporte, parecía ciencia ficción. Jaenes, Algeciras, Toledos, Écijas, Ejidos, huelgas, presidentes indeseables y demás etceteras hicieron de un noble deporte una verdadera película de Berlanga. Una prueba de resistencia pal corazón que a punto estuvo en acabar en tragedia pero que, gracias a ese Dios del fútbol, acabó en final feliz. Acabó en ascenso. Acabó en primera división.
Yo nunca he dado clases de nada, ni pienso hacerlo. Pero hay cosas que joden. Es humano, no puedo evitarlo. No sé si se podrá entrenar al corazón, quizá deba ir al psiquiatra de Woody Allen (gracias por todo ya que estamos) pero hasta que no lo haga no puedo evitarlo. Y me jode.
Me joden los capullos estos de la foto, los de la larga cola para ver equipos de primera. Ya sé que nada tienen que ver los sentimientos con el dinero que uno pueda tener para pagarse un abono, de ahí las clases de sportinguismo. Pero estos zoquetes me joden. No les reprocho dónde estaban hace 10 años, pero sí dónde estaban hace un año. O dos.
Comentaban estos afortunados de la cola que el Sporting les suministró unos bocadillos para la noche y café por la mañana. Tócate los cojones. Llegan los abrazafarolas tarde, mal y nunca y les regalan café. Pues me jode!!! Me jode el café!!!! Ojalá estuviera frío y tuviera sal!!!
Ya sé que nadie me mandó nunca ir a Getafe, a Valladolid, a Eibar, a Salamanca ni hacer mil y una piruetas para ver al mi equipu, pero es que a mi nunca me regalaron ni un pin. Y me jode!
Necesito entrenamiento para los sentimientos. Un adiestrador que me permita no odiarlos, no tener ganas de quemarles la puta tienda de campaña, no tener ganas de hacerles pagar 2000 euros de canon. En fin, algo para que no joda tanto.