Es uno de los temas de la semana, vaya de la semana pasada. Y es que ahora España se divide entre quienes celebran Halloween y quienes no. DOs posturas enfrentadas y, como casi siempre, yo no sé qué disfraz ponerme: sí o no.
Por una parte hay quienes se disfrazan de conservadores que no quieren celebrar fiestas angolsajonas y completamente extranjeras a nuestra cultura, a cambio de potenciar las que siempre nos han acompañado. Una opción seriamente razonada y razonable.
En cambio otros muchos, en general los fiesteros sin escrúpulos lo quieren celebrar todo, sea del país que sea o el día que sea: halloween, San Patrick, la pascua judía o el día de la marmota, etc. si ello supone una excusa para ponerse una careta y salir por la noche a darlo todo tomándose unas cervezas. Otra opción que no merece ningún menosprecio.
Cabe ahora preguntarse acerca de cómo la globalización afecta nuestras vidas y a qué velocidad lo hace. No sólo es la globalización la que nos permite comprar por internet un producto traído de china o acudir al mercado y llevarse a casa una desconocida fruta tropical de llamativos colores sino que el fenomeno global fagocita nuestra cultura para llevarla a otros lugares y dejarnos a cambio fiestas impensables.
Pensemos seriamente si siempre hemos celebrado la Nochebuena. O si siempre hemos puesto un Belén en casa. ¿Acaso tomamos uvas desde hace siglos?
Decían en Galicia que esta fiesta de la noche de difuntos tiene un origen celta y que gracias a los irlandeses exiliados en los Estados Unidos cobró fuerza para convertirse en una tradición de poco más de 100 años. Merced a este razonamiento no deberíamos poner en duda que halloween es tan nuestra como los toros en verano.
Tampoco deberíamos dudar de que esa tradición celta seguramente fue abolida por el imperio romano quien la sustituiría por alguna otra fiesta pagana. Más adelante, los cristianos con la necesidad de ser admitidos por la sociedad también asumirían esas fiestas romanas (véase la Nochebuena) y la incorporarían como una seña propia cuando en realidad no lo era. Y luego un excedente de uva en un año de vendimia exagerada hizo que alguien viera la necesidad de que la gente se dispusiera un 31 de diciembre ante la tele para tomarse 12 frutitas (qué suerte que no hubo excedente de melones de Villaconejos!).
Así que en el fondo podríamos preguntarnos, ¿qué es nuestro y qué no lo es?¿Cuál es de nuestra cultura y cuál no? Y ¿no pareceríamos una cultura más abierta y tolerante si admitiéramos lo que no es nuestro?
Lo que es innegable es cómo ha calado esta fiesta en nuestra sociedad cuando un servidor, mozalbete ni siquiera llegado a la treintena, ha celebrado esto en su vida. Un proceso que antes se gestaba en cientos de años ahora lo asumimos con tan solo un petardazo de taquilla de una película de Hollywood.
Celebrá-y Halloween o lo que vos salga del refaxu pero al menos nun lo hagáis a costa del magüestu, per exemplu.
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