lunes, 12 de enero de 2009

Año de nieves, año de mierdes


Como un burdo escritor que soy hoy me ha inspirado Iñaki (Gabilondo) sobre lo que quería escribir. Carente de ideas, al menos sé copiar.
Todo venía a cuento de la patética clase política que asola a España últimamente. El pasado viernes una espectacular nevada cayó sin remedio sobre el centro peninsular dejando a la capital del reino congelada, rota y desangrada. Miles de ciudadanos quedaron encerrados en las carreteras de la Comunidad, convertidas en una inmensa red de ratoneras a cuál en peores circunstancias. Personas que tardaron 4 horas en recorrer 5 kilómetros. Personas que tuvieron que no llegaron a trabajar o que tuvieron que dormir en casas ajenas incapaces de alcanzar por sus propios medios la suya.
Y todo ellos sin mentar todavía la palabra que pone el nombre de un pueblo inocente en mitad de una novela de terror vampírica: Barajas.

Comentaba el bueno de Iñaki -decían de él hace años que nunca se metía con nadie por aquello que preguntaba recurrentemente Arangüena sobre su "agria polémica". Quién le oía y quién le oye- que lo que los inocentes ciudadanos esperaban de sus dirigentes eran soluciones a los problemas. Reuniones entre administraciones, gabinetes de crisis o los putos teléfonos ardiendo para que alguien sacara del infierno a la gente. ¿A quién pelotas le importa que el aeropuerto no tenga máquinas quitanieves? Que se lo pidan a alguien, pero que lo hagan. La ministra, el alcalde o la fulana que se les ocurra, pero que lo hagan. Para eso pagamos a nuestros dirigentes, para que solucionen problemas, no para que los acrecienten.
Tiempo habrá para tomar responsabilidades. Imprescindible palabra de este país de pandereta que es España. ¿Responsabilidad? Lo sentimos, hoy no nos queda de eso. Pruebe mañana. O mejor dentro de una generación de políticos.
En el último mes hemos vivido dos situaciones terribles en nuestras carreteras (de un país mediterráneo) y un caos aeroportuario escrito por Berlanga y todos los políticos implicados en el mismo siguen en sus puestos.

Hablando en serio, supongo que debe ser muy difícil valorar cuándo uno la ha cagado. O cuándo uno puede cagarla sin tener que irse. O cuántas veces puede uno cagarla hasta darse cuenta de que no vale para el puesto. O cuando uno de tus subordinados la ha cagado sin que te tengas que sentir responsable por ello. Pero por veces que ocurran los desastres, aún no he visto a nadie que haya decidido levantar el culo de la silla para dejar paso. Aunque no se preocupen los avizados lectores que para salvar el ojete propio y dar por el mismo al del prójimo tenemos administraciones de sobra.

P.D: Un furibundo ataque centralista me asalta. ¿No sería más fácil devolver las competencias de carreteras al Estado para que así sólo hubiera una ministra responsable? Al menos así evitamos la segunda operación de centrifugado mierdesco interadministracional...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Por no mencionar a esos pobres desgraciados que se quedaron sin cena post navideña... :P

Besitos!

RLNP-J dijo...

Qué cabreado te veo. ¿No será, en parte, morriña de Gijón?

RLNP-J dijo...

Me olvidé de firmar:
Besitos
Mª Amor

Nacho dijo...

Aprovecharé para contestar. Hay veces que se me nota cabreado pero nada que ver por la morriña.
Ah, los osos panda comemos de todo, no te preocupes. Nos encanta el marisco, el foie, caviar... no te preocupes por ello :P