miércoles, 22 de abril de 2009

Madriz, tierra con encanto


Empiezo a preocuparme. Es la segunda vez que me llaman borde en la misma semana. Y lo que es peor, una de las ocasiones lo hizo una madrileña. Manda Trillo. Sé que en ocasiones la forma que tengo de hablar o el acento pueden chocar por estas tierras (Ej: cagarse en mi madre o en Dios en un partido de pádel en Madrid no es lo mismo que en Langreo) pero, una vez asumido eso, ¿soy borde para un madrileño? ¿un madrileño, repito?
Madrid, la tierra de la infinita amabilidad. La tierra donde no existen disculpas, por favores o gracias. Sino los exabruptos, los ya y los ya te vale, macho.

Si ahora yo resulto ser un borde debe ser porque me han contagiado. Ellos me han transformado. Yo, hombre de familia de alta alcurnia, salido del barrio de Chelsea, de educación impecable en los mejores colegios cuatrilingües, formado en la Universidad privada y de exquisitos modales (permítanme la pausa para tomarme un sorbo de té earl grey de albaricoque con percebes).

Así que borde, ¿eh? Pues que les den a todos por el culo y un abrigo grande.

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