Regresé. Sano y salvo. Sin piernas fracturadas, sin rodillas rotas ni esas múltiples desgracias pronosticadas por todos vosotros. Yo también os quiero. No fue precisamente la mejor semana de nieve de la historia. Lamentablemente nos nevó todos los días, llovió durante casi todos los momentos en los que no nevaba y el viento acompañaba a ambos accidentes meteorológicos sin cesar. Total, que catamos una nieve de la de mi madre, pero no lo pasamos todo lo bien que nos hubiera gustado. Pudo estar mejor, aunque tratándose de la montaña, también pudo ser peor. Así que satisfechos anyway... De mis peripecias esquiadoras podremos comentar varias cosas: por una parte mi nivel no ha mejorado sustancialmente. De hecho me he dado cuenta de que nunca esquiaré bien. Iba muy convencido de que mejoraría en Andorra con grandes instalaciones, cientos de kilómetros de pistas y nieves soberbias. Pero no: la clase de esquí del segundo día iba fenomenal. Bajaba yo lanzado, crecido contra las adversidades meteorológicas, haciendo saltos, esquivando obstáculos, entre "bumpers"... sintiendo el esquí en su máximo esplendor. Y allí que nos propone el monitor un fuera pista. ¡Sí, por fin! Lo que quería escuchar. El cénit de mis aspiraciones para este año. Un auténtico fuera pista. Esquí sin contemplaciones. A cara descubierta: la montaña y tú. Así que yo, creyéndome el Alberto Tomba del barrio L'Arena sigo al monitor en su excursión por el bosque. Hasta que di con la naturaleza hecha árbol: un pino. Vaya, un pino como un pino de grande. Yo juraría que se movió aunque hay quien lo niega. Una estampa al más puro estilo de Chevy Chase en "Socorro, ya es Navidad". Al día siguiente decidí tomarme las cosas con más calma. Aproveché para intensificar mi técnica. Y allá que nos fuimos a bajar una pista negra, corta pero de gran pendiente. Allí estábamos practicando unos ejercicios cuando llegó mi turno. Bajé lentamente pero cuidando los gestos mientras me observaba el instructor (o eso pensaba yo). Allá que me pongo a parar en mitad de la pista y se me va un esquí. Me caí después de hacerlo de puta madre. Lo peor es que tan fuerte era la pendiente que no pude parar hasta que llegué al remonte, unos 50 metros más abajo. Lo hice de cara, comiendo nieve como un capullo. Joder, es alucinante la cantidad de cosas que te da tiempo a pensar mientras no puedes hacer nada por evitar seguir colina abajo y tragando nieve. Por no poder, ni cerré la boca. Una vez que llegué al remonte, completamente blanco, descubrí que nadie se había percatado de mi incidente. Aún se creían que estaba arriba. Menos explicaciones que dar... aunque no negaré que caí con mucho glamour. Ay, fía!
Qué guapo ye la nieve! Eh? Pues a veces, mirá-y...
La semana, más allá de las pistas, nos dio para varios chascarrillos, especialmente por cuenta de Diego, nuevo descubridor de lo duro que ye esquíar. Y, para Luis y para mí, lo duro que ye dormir al lado de alguien que ronca como un oso con sinusitis (Woody Allen dixit). Esa habitación doble, estirada a los efectos para 3 personas, no la olvidaremos fácilmente. Fue como una vuelta al viaje de estudios pero en peores condiciones. Tres leones sudorosos, tras una jornada esquiando, en 20 metros cuadrados. Puro cine de terror clase B.
Y luego finde en Barna. Ciudad que me acoge desde hace 6 años con cierta frecuencia y que cada vez me gusta más, no voy a negarlo. Cada vez se me pasan más mis reticencias hacia ella. Especialmente gracias a las calçotadas. Qué rico! Y gracias a la familia y amigos que visitamos cada vez.
Pero lo mejor de haberme relajado la semana pasada es mi trascendental cambio de humor. Mis malos modos y peores contestaciones han dejado paso al buen rollo gratuito. A una cara de imbécil que no se me quita. Estoy de buen humor. Como el resto de los pájaros: mojados, enfilados en la cuerda de tender.
Aquí os regalo la canción del buen rollo. Siempre me pone de buen humor. O mejor dicho, siempre la pongo si estoy de buenas.
Nachín, fiu, tu que yes playu como yo, me comprendes, ¿verdad?. Vemos el Rinconín y el puent´el Piles por toos laos.Como si nos ponen en la misma China. Y despues, lo que hay que aguantar. No te menosprecies tanto como esquiador, que los que no te vimos, no lo sabemos. Las cosas son como las cuentes.
1 comentario:
Nachín, fiu, tu que yes playu como yo, me comprendes, ¿verdad?.
Vemos el Rinconín y el puent´el Piles por toos laos.Como si nos ponen en la misma China. Y despues, lo que hay que aguantar.
No te menosprecies tanto como esquiador, que los que no te vimos, no lo sabemos. Las cosas son como las cuentes.
Un beso
Mª Amor
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